Conceptualmente las zapatillas de ballet se relacionan con la danza, con la belleza del ballet y sus gráciles movimientos, pero tras la espectacularidad de una representación hay muchos años de trabajo sobre el cuerpo físico de las bailarinas, con numerosas lesiones y presión psicológica. La férrea disciplina, el esfuerzo y las lesiones son para el bailarín como una fragua que aquí se ha conceptualizado en forma de clavos. Estos elementos que pueden ayudarnos dada la ocasión, también pueden convertirse en un recurso agresivo.

Materialmente, las zapatillas son un elemento blando en la parte superior, pero rígido en la suela. Si establecemos un paralelismo conceptual, la suela es el cuerpo del bailarín y los clavos son el entrenamiento, la disciplina desde muy temprana edad y las lesiones. En cuanto a la textura, la suavidad del satén exterior y el algodón interior evocan la delicadeza y calidez de los movimientos del ballet; el cuero de la suela alude al cuerpo físico que contrasta con la dureza, frialdad y cierta maleabilidad de los clavos. El cuerpo necesita una dureza mayor que la suya para ser atravesado como el ser humano se somete a disciplina para malear su cuerpo. Esta transformación entra dentro de lo que Rosalind Krauss podría calificar como escultura moderna al haber una trascendencia de la materialidad del objeto hacia otro contexto. Las zapatillas se han descontextualizado y contienen un nuevo posicionamiento subjetivo que obedece a una búsqueda de otros lugares interiores, lo cual también conlleva una redefinición del espacio exterior. Se han convertido en un elemento surrealista que ya no puede contener ninguna materia blanda sin desgarrarla. Lo que había sido creado para la contención y protección de los pies se ha convertido en algo que nos aleja de la visión superficial de la belleza de la danza y nos acerca a una visión más profunda de la misma.